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El lado oscuro de la Luna

por Carlos Hernández
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Treinta años después de que el capitán Cernan y el piloto de módulo Schmitt pusieran por última vez el pie en la Luna, nadie imaginaría que nunca más se hubiese de transitar por superficie de astro alguno. Fue la misión denominada Apollo XVII la que ponía fin a la exploración humana de su satélite natural. Todo aquello se nos presentó entonces como la culminación de un complejo proyecto exitoso cuyo principal y único objetivo, al parecer, era demostrar la supremacía Norteamericana sobre la Unión Soviética en la carrera espacial.


Pero es bien sabido por el lector que desde el punto de vista científico las misiones fueron un fracaso. Los misterios sobre el origen de la Luna sigue siendo una incógnita, y, un cuarto de siglo después, el luminoso y triste rostro de la noche terrestre, sigue deparando sorpresas.


En 1994, la misión militar Clementine, descubrió que ambos polos del satélite existen importantes cantidades de agua de estado sólido. Singular e inesperado descubrimiento. Pero, ¿cuál era el verdadero objetivo de la sonda del ejército norteamericano realmente? ¿Por qué se gastaron miles de millones de dólares en cartografiar al milímetro la superficie lunar? ¿Qué experimentos secretos realizaron? ¿Buscaban las evidencias de bases extraterrestres en el satélite?

Fotografía tomada por la NASA


Una misión posterior en 1999, la Lunar Prospector, se lanzaba contra el polo sur para demostrar la existencia de ese hielo. Si allí existía agua, pensaron los científicos, el impacto de la sonda produciría su evaporación, y una nube de vapor de agua de gran densidad, sería captada por los telescopios en Tierra.

Sin embargo, no se recogió prueba alguna de la existencia de tal bruma pese a haberse revisado una y otra vez las bases de datos que se habían recogido desde diferentes observatorios.


¿Descubrió la Clementine grandes cantidades de agua en las sombras de los cráteres polares o dos gigantescas entradas artificiales a las entrañas lunares?

Desmontar un montaje


Hace algunos años, saltó a los teletipos de los medios de comunicación de todo el mundo una desconcertante noticia. La NASA destinaría más de cien millones de dólares a demostrar que el hombre pisó la Luna. Para ello contrataría a un escritor y pondrá a su disposición a un amplio equipo de científicos.

Foto de National Geographic


De todos es sabido que desde hace años han surgido en diversos medios, encabezados por algunas webs de Internet, decenas de hipótesis que intentan desmontar lo que se presenta como «el montaje del siglo XX». Según ellos, los americanos, llevados por la presión de la opinión pública en la carrera espacial y su incapacidad para llevar a buen puerto las misiones Apollo, hubieron de fabricar un inmenso montaje con el objetivo de simular la llegada de un hombre de los Estados Unidos a la Luna.

Para ello se utilizó, según los autores, un plató similar al usado para filmar películas de cine que recreaba la superficie lunar. La hipótesis se basa en los errores de las imágenes que se nos presentaron como «sombras imposibles», reflejos extraños en las escafandras, retoques fotográficos, cielo sin estrellas, y un largo etcétera.


Pero, ¿son suficientes para desmontar todo un programa espacial de varios años de preparación? Ciertamente no. Carecen de un carácter probatorio en cuanto hay que contar con las condiciones particulares y extrañas del vecino astro. Por ejemplo, la casi total ausencia de gravedad, relieve de la superficie altamente irregular, ausencia de atmósfera, sensibilidad de los equipos fotográficos, entre otros.


Pero, volvamos a la noticia de la NASA. ¿Por qué gastar millones de dólares en demostrar lo que es verdad y mayoritariamente evidente? Obviamente, habrá apreciado el lector, que estoy convencido de que el hombre llegó a la Luna pero, ¿qué fue lo que allí encontró? eso es lo que realmente preocupa a la NASA, que esas «evidencias» sean desmontadas y den al traste con la conspiración para encubrir los resultados. Es posible que el origen de toda la polémica esté justamente en ello: se tuvo que falsificar y manipular algunas de las fotos y tomas porque allí aparecía «algo» que no debía de estar. ¿Son esas las fotos que se han manipulado?

Anomalías lunares


En 1787, el descubridor de Urano, Sir William Herschel, alertaba a los astrónomos del mundo con sus declaraciones sobre extrañas observaciones lunares. Hablaba de haber sido testigo de la erupción de varios volcanes en la Luna. El 22 de octubre de 1790, durante un eclipse total, contempló diversos puntos brillantes, redondos y pequeños, moviéndose por su superficie. Años después, otros eminentes astrónomos contemplaban esas extrañas anomalías. Son el caso del Doctor William Wilkins y George Booth en 1794, Rankin en 1874 o W.R. Brooks, director del Observatorio Smith de los Estados Unidos, en 1894, entre muchos otros.


Hoy en día ese tipo de observaciones son denominados Lunar Transient Phenomena (fenómenos transitorios lunares), más conocidos como L.T.P., y están recogidas en diversos catálogos astronómicos. Sirva de ejemplo que tan sólo entre 1965 y 1969, la NASA tiene catalogados (Report R-277) setenta LTPs que van desde brillos en los cráteres hasta alineaciones de objetos en movimiento atravesando gran parte de la superficie, pasando por resplandores y flashes rojos, amarillos y verdes.

Evidentemente si sumamos los catálogos de otras sociedades astronómicas, las observaciones llegan a superar el millar anual. Generalmente este tipo de anomalías, son comunicadas al «Centro Astronómico de Copenhague» que se encarga de recoger y enumerar cada una de ellas.


El admirado Antonio Ribera recogió en su libro «El enigma de los platillos volantes» una impresionante observación de este tipo avalada por ocho astrónomos. Fue comunicada por la «Sociedad Astronómica Aster», concretamente por don Francisco Almor. Durante varias noches de junio de 1959, «observaron el paso de un extraño objeto sobre el disco de la luna que reaparecía cada 35 minutos». Dicho objeto proyectaba su sombra sobre la superficie por lo que se calculó se hallaba a unos dos mil kilómetros de altura. Los cálculos que realizaron concluían que el objeto que «sobrevolaba» el satélite debía de tener una dimensión de aproximadamente 35 kilómetros de longitud.

Hipótesis misterios de la Luna


Algunas hipótesis podrían explicar estos fenómenos transitorios. Así se habla de actividad volcánica, bombardeo lunar de rayos cósmicos de alta energía, caída de meteoritos, expulsión de gases en el interior lunar, etc. El físico del Jet Propulsion Laboratory de la NASA Bonnie Buratti, maneja una nueva teoría que se basa en el análisis de las fotos a baja altura tomadas por la Clementinede las zonas de actividad LTP.

Según Buratti los cráteres donde con más frecuencia son observados, por ejemplo Alphonsus Picard, podrían estar sufriendo desplomes de sus paredes laterales hacia el interior, produciendo derrumbres hacia su cavidad central y originando nubes de polvo que son expulsadas a la leve atmósfera lunar. Obviamente, dicha teoría dista mucho de explicar la mayoría de las observaciones LTP, y carecen de validez para todas aquellas que recogen movimientos inteligentes de formaciones de «objetos» sobre la superficie.

Misterios Lunares


Todo lo expuesto nos demuestra que en la Luna existe una inexplicable e intensa actividad aparentemente inteligente. Sin embargo, tras la exploración llevada in situ por el hombre desde 1969 hasta 1971, se nos hizo creer que era un planeta sin interés científico alguno, desierto y baldío. ¿Por qué?


El semanario ruso «Nedelya» publicaba en diciembre de 1998 un curioso, no por ello descabellado, artículo titulado «Extraños en la Luna». La hipótesis venía abalada por el radioastrónomo ucraniano Alexey Arkhipov y concluía que la Luna servía como base científica a seres extraterrestres, que nos observarían desde allí. Se basaba en las imágenes analizadas de estructuras artificiales «construídas» en ella y aportaba algunos documentos gráficos como definitivos.


Curiosamente solamente un LTP fue reportado en el «Mar de la Tranquilidad» antes del 2 de febrero de 1964. Pero, tras el alunizaje del «Ranger-6», la situación cambió radicalmente y fue de las zonas más activas hasta, justamente, 1969, año del alunizaje del Apollo XI. ¿Acaso se encontraba la zona controlada ya por los esporádicos selenitas y se retiraron a otras zonas para facilitar la exploración humana del satélite? La hipótesis parecería descabellada sino fuese por una curiosa coincidencia.

VIDEO sobre los misterios de la LUNA ¿SATÉLITE NATURAL O NAVE EXTRATERRESTRE?

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